Existe el cine de terror y existen las películas que no necesitan de sustos o seres de otro mundo para resultar escalofriantes hasta el punto de quitar el sueño. ‘Tenemos que hablar de Kevin‘ es una de ellas. Este drama británico, dirigido por una acertada Lynne Ramsay -Premio del Cine Europeo a la mejor dirección-, cuenta la que debe de ser la mayor pesadilla de cualquier madre: que su hijo sea la viva encarnación del mal. No hablo de posesiones o espíritus malignos, sino de una maldad mucho más de este mundo. Y el hecho de que intuyamos a dónde conduce esa maldad en la película convierte su visionado en una experiencia aún más inquietante.
‘Tenemos que hablar de Kevin’ lleva sonando mucho tiempo en festivales, entregas de premios y webs de cine. La razón principal de ese éxito se llama Tilda Swinton, la actriz que interpreta a la atormentada madre de Kevin y que, con este papel, se ha granjeado excelentes críticas y a puntito ha estado de optar al Óscar.
Swinton logra transmitir con su parquedad gestual la amargura y desesperación de una madre que intuye que su hijo no es normal, y que, pese a todo su empeño, no consigue entablar con él una relación ni siquiera cordial.
Sin embargo, a pesar del buen trabajo de Swinton, a mí quien más me ha impactado ha sido Kevin y, con él, cada uno de los tres actores que le dan vida. Desde su infancia hasta la adolescencia, todas las miradas y reacciones de Kevin atemorizan, y es ahí donde el espectador empatiza con el personaje de Tilda Swinton y siente su impotencia.
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Ezra Miller y Tilda Swinton, hijo y madre |
Porque, como bien pone de manifiesto la excelente realización de Lynne Ramsay, algo terrible se avecina, y parece que nada ni nadie podrá evitarlo.
La amenaza y el agobio que produce se sienten desde la primerísima escena, con ese turbador retrato de la Tomatina de Buñol. A partir de ahí, se suceden los saltos en el tiempos y los planos inquietantes, mientras que la clave del argumento permanece escondida. Pero en cuanto Kevin sale a la luz, el espectador comprende enseguida de qué va la película y es entonces cuando comienzan los escalofríos.
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Tilda Swinton y John C. Reilly |
La dirección de Lynne Ramsay peca en ocasiones de excesivamente poética y experimental -lo que puede ahuyentar a más de uno-, pero su obsesión por mantener el foco en las sensaciones obtiene el resultado deseado: el impacto. El realismo de ciertos planos, la sugestión en otros, la cuidada composición de la mayoría… todo contribuye a hacer de ‘Tenemos que hablar de Kevin’ una película escalofriante.
Nota: 7 / 10
Para recordar:
El inquietante aspecto de Kevin en todas sus versiones (niño y adolescente).
Que, aun intuyendo qué fue lo que hizo Kevin, la revelación logre impactarnos.
Para olvidar:
Un ritmo inicial muy lento que puede ahuyentar a algún espectador.
La obsesión de Lynne Ramsay por el color rojo pierde el simbolismo porque resulta demasiado evidente.
3 abril, 2012 a las 03:10
Hola: tengo muchas ganas de ver esta película. Por cierto, muy bueno el blog, se nota que eres un conocedor del séptimo arte.
Justo ahora acabo de comentar La piel que habito en mi blog. Te dejo el link para que le des una revisada: http://www.artbyarion.blogspot.com
Saludos
3 abril, 2012 a las 07:07
Gracias por tu comentario, Arion.
Apunto tu blog para seguirlo 🙂
25 abril, 2012 a las 16:10
Una de las majores películas del año pasado, si no la mejor. Pese a que e un poco lenta al principio, como dices, se deja entrar fácilmente y te atrapa con el misterio de la trama y de este niño tan inquietante. Un saludo!
http://blogdecineparaulaviva.blogspot.com.es/
8 mayo, 2012 a las 06:43
La verdad es que te deja bastante tocado, y sólo por eso merece la pena verla.
Saludos